Cristina me sigue contando miles de cosas interesantes sobre Marruecos y escucho atentamente la historia de este país para entender aún mejor cómo y por qué son los lugares que visito… ¿Otro té?
A medida que Europa se industrializaba, el norte de África, con su riqueza y su interés estratégico, se fue volviendo un objetivo cada vez más atractivo para las potencias colonizadoras.
Francia mostró un fuerte interés por Marruecos desde 1830 y, tras una disputa con España por el enclave español de Ceuta, (que acabaría en una guerra), las dos potencias terminaron repartiéndose el territorio y Marruecos acabó convertido en un país multilingüe y, en la misma medida, multicultural.
El Tratado de Fez, firmado en1912, convirtió una gran parte de Marruecos en un protectorado francés, y en un protectorado español con los territorios del norte (en torno a las ciudades de Ceuta y Melilla) y del sur (fronterizos con el Sáhara Español).
Sólo la ciudad de Tánger, junto al estrecho, obtendría, gracias a un enrevesado conflicto de intereses, carácter de ciudad internacional. Bélgica, Estados Unidos, Francia, Países Bajos, Portugal, el Reino Unido y la Unión Soviética firmaron, en junio de 1925 y tras la Conferencia de Algeciras, el tratado que establecía el condominio de estos países sobre la que pasó a ser conocida como la “Zona Internacional de Tánger”. Muy poco después, en 1928, también se incorporaría Italia.
Esta situación se mantuvo durante los años treinta, cuarenta y cincuenta y así, mientras Europa se desangraba por culpa de la guerra, Tánger, la eternamente cosmopolita, se convertía en refugio de toda clase de artistas y gente bohemia, en zona de juerga para millonarios excéntricos, en lugar de encuentro para espías y agentes secretos y en caladero de timadores, especuladores, contrabandistas, traficantes y sinvergüenzas de toda ralea.
Tras la independencia, el nuevo Marruecos absorbería Tánger y terminaría con su condición de zona franca, pero no con sus muchos atractivos. Allí seguían instalados los amantes de la buena vida, y tal vez fueron ellos quienes, con los años, acabaron trasladando sus relajadas y libertinas costumbres a otras ciudades del país más alejadas de Europa y más encerradas en sus antiguas tradiciones. Como por ejemplo, Marrakech.